Santo Patrono

San Martín de Porres

 

Era tan grande su caridad que no hubo cosa imaginable que no la ejecutase… sirviendo en sangrar y curar a los enfermos, dando limosnas a españoles, indios y negros, porque a todos los quería y amaba con singular amor y caridad.

Biografía

Infancia

San Martin nació en Lima, Perú, a fines del año 1579. Su fecha exacta es desconocida, pero se cree que podría ser o el 11 de noviembre o el 9 de diciembre. Tenía una madre que era libre, Ana Velásquez y de Don Juan de Porras.

Su nombre completo es San Martín de Porras Velázquez O.P.

Aprendió a usar plantas medicinales en el boticario de Mateo Pastor, y el es quien le enseño a hacer pósimas y otras medicinas.

Vida conventual

En 1594 a los 17 años, Martín comenzó a mostrar su devoción y quiso entrar al convento de Santo Domingo, pero al ser mulato se le hacía imposible ser sacerdote. Pero, era tan grande su devoción que entró de todas formas al convento como un simple servidor, limpiando el convento, ayudando en la cocina, etc. y esto lo hacía con gran amor.

Entre las virtudes más destacadas de San Martín se encontraba la Humildad, ya que este se consideraba el último y el más pecador. No era raro encontrarlo en el confesionario o rezando por el perdón de todos sus pecados, terminando estas plegarias con un momento de penitencia en el cual se auto flagelaba para mostrar su arrepentimiento, aquí se ve la virtud de penitencia con la cual se lo clasificaba.

También se lo conocía a San Martin en los alrededores del convento como un hombre muy caritativo, tanto con los hombres como con los animales. Cuando sobraba comida en el convento, el iba y lo repartía a los pobres y a los más necesitados, Se formaba una fila en frente del convento y nunca quedaba nadie sin comer. Se veía que tenia un gran don con los animales, ya que estos hacían caso de todas sus ordenes. Tan grande era su corazón que lo llamaban «Martín de la Caridad»

San Martín también mostraba un gran amor hacia Jesús Eucaristía. No era poco común que recibiera la comunión más de una vez al día y hay testimonios de que se lo encontró levitando en frente del sagrario, inmerso en oración.

Ideales de Santidad de San Martín

Martín fue seguidor de los modelos de santidad de Santo Domingo de Guzmán, San José, Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer.

Martín de Porres fue confidente de San Juan Macías fraile dominico, con el cual forjó una entrañable amistad. Se sabe que también conoció a Santa Rosa de Lima, terciaria dominica, y que se trataron algunas veces, pero no se tienen detalles históricamente comprobados de estas entrevistas.

La personalidad carismática de Martín hizo que fuera buscado por personas de todos los estratos sociales, altos dignatarios de la Iglesia y del Gobierno, gente sencilla, ricos y pobres, todos tenían en Martín alivio a sus necesidades espirituales, físicas o materiales. Su entera disposición y su ayuda incondicional al prójimo propició que fuera visto como un hombre santo.

Aunque él trataba de ocultarse, la fama de santo crecía día por día. Fueron varias las familias en Lima que recibieron ayuda de Martín de Porres de alguna forma u otra. También, muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: «Que venga el santo hermano Martín». Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo.

 

Dones y Milagros

Se le atribuye el don de la bilocación. Sin salir de Lima, se dice que fue visto en México, en África, en China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad o curando enfermos. Mientras permanecía encerrado en su celda, lo vieron llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos o curarlos. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: «Yo tengo mis modos de entrar y salir».

Se le reputó control sobre la naturaleza, las plantas que sembraba germinaban antes de tiempo y toda clase de animales atendían a sus mandatos. Uno de los episodios más conocidos de su vida es que hacía comer del mismo plato a un perro, un ratón y un gato en completa armonía. Se le atribuyó también el don de la sanación, de los cuales quedan muchos testimonios, siendo los más extraordinarios la curación de enfermos desahuciados. «Yo te curo, Dios te sana» era la frase que solía decir para evitar muestras de veneración a su persona.

Según los testimonios de la época, a veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan solo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Normalmente los remedios por él dispuestos eran los indicados para el caso, pero en otras ocasiones, cuando no disponía de ellos, acudía a medios inverosímiles con iguales resultados. Con unas vendas y vino tibio sanó a un niño que se había partido las dos piernas, o aplicando un trozo de suela al brazo de un donado zapatero lo curó de una grave infección.

Muchos testimonios afirmaron que cuando oraba con mucha devoción, levitaba y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (aún siendo Martín de pocos estudios) tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis. Otra de las facultades atribuidas fue la clarividencia. Solía presentarse ante los pobres y enfermos llevándoles determinadas viandas, medicinas u objetos que no habían solicitado pero que eran secretamente deseadas o necesitadas por ellos.

Se contó además entre otros hechos, que Juana, su hermana, habiendo sustraído a escondidas una suma de dinero a su esposo se encontró con Martín, el cual inmediatamente le llamó la atención por lo que había hecho. También se le atribuyó facultades para predecir la vida propia y ajena, incluido el momento de la muerte.

De los relatos que se guardan de sus milagros, parece deducirse que Martín de Porres no les daba mayor importancia. A veces, incluso, al imponer silencio acerca de ellos, solía hacerlo con joviales bromas, llenas de donaire y humildad. En la vida de Martín de Porres los milagros parecían obras naturales.

Su muerte

Casi a la edad de sesenta años, Martín de Porres cayó enfermo y anunció que había llegado la hora de encontrarse con el Señor. La noticia causó profunda conmoción en la ciudad de Lima. Tal era la veneración hacia este mulato, que el virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, fue a besarle la mano cuando se encontraba en su lecho de muerte pidiéndole que velara por él desde el cielo.

Martín solicitó a los dolidos religiosos que entonaran en voz alta el Credo y mientras lo hacían, falleció. Eran las 9 de la noche del 3 de noviembre de 1639 en la Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato del Perú. Toda la ciudad le dio el último adiós en forma multitudinaria donde se mezclaron gente de todas las clases sociales. Altas autoridades civiles y eclesiásticas lo llevaron en hombros hasta la cripta, doblaron las campanas en su nombre y la devoción popular se mostró tan excesiva que las autoridades se vieron obligadas a realizar un rápido entierro.

En la actualidad sus restos descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo de Lima, junto a los restos de Santa Rosa de Lima y San Juan Macías en el denominado «Altar de los Santos Peruanos».

Canonización

El Papa Juan XXIII que sentía una verdadera devoción por Martín de Porres, lo canonizó en la Ciudad del Vaticano el 6 de mayo de 1962 ante una multitud de cuarenta mil personas procedentes de varias partes del mundo nombrándolo «Santo Patrono de la Justicia Social», exaltando sus virtudes con las siguientes palabras: «Martín excusaba las faltas de otro. Perdonó las más amargas injurias, convencido de que el merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudó a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llama ‘Martín de la Caridad’.»
Fue Juan XXIII quien lo Canonizó bajo el nombre de San Martín de Porres (interfiriendo en su apellido).

La proclamación de Martín de Porres como Santo fue sustentada por las milagrosas curaciones que ocurrieron a una anciana gravemente enferma en Asunción (Paraguay) en 1948 y a un niño con una pierna a punto de ser amputada por la gangrena en Tenerife (España) en 1956.

Su festividad en el santoral católico se celebra el 3 de noviembre, fecha de su fallecimiento. En diversas ciudades del Perú se efectúan fiestas patronales en su nombre y procesiones de su imagen ese día, siendo la procesión principal la que parte de la Iglesia de Santo Domingo en Lima, lugar donde descansan sus restos.

Oración a San Martín de Porres

San Martín, te suplico: atiéndeme
En mis penas y tribulaciones: consuélame
En mis peligros y adversidades: defiéndeme
En mis tristezas y tentaciones: protégeme
Compasivo San Martín: óyeme
En las angustias de mi pobreza: confórtame
En los quebrantos de mi infortunio: sálvame
En mis agobios y desalientos: ampárame
En mi dolencia y enfermedades: socórreme
Dame la salud si me conviene y líbrame de todo mal
Ahora y siempre con tu ejemplo
enséñame a tomar cada día mi cruz
alcánzame la gracia y la gloria

Amén

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